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La academia en peligro – Mehdi Belhaj Kacem

Mehdi Belhaj Kacem (1973) es un filósofo y escritor francés de origen tunecino. Publicó su primer novela Cancer en 1994, a la edad de veinte años. Se ha dedicado al ejercicio filósofico, tanto su aprendizaje como su creación, fuera de la formalidad académica. Tuvo como mentor a Alain Badiou, con quien más tarde rompió tanto teórica como personalmente. Fundó y dirigió a finales del siglo pasado la revista filosófica EvidenZ y se le ha asociado con la publicación Tiqqun, de la que sin embargo, ha sido crítico. Además de sus actividades intelectuales, se ha dedicado a la actuación. El presente texto fue escrito en inglés para el portal The Broklyn Rail.


Realicé mis proyectos filosóficos fuera de la universidad. Como todos saben, la filosofía ha sido durante dos siglos la reserva privada de la universidad, y eso, excepto por una docena de nombres, todos los filósofos notables han sido profesores, es decir, funcionarios. La filosofía desde Kant se ha convertido esencialmente en comentario filosófico, la filosofía de la filosofía. Desde entonces no se ha dirigido a nadie más que a los propios filósofos, en lo que yo llamo el esoterismo moderno de la filosofía. Hace poco me di cuenta de que ahora, por primera vez desde Marx y Nietzsche, es posible romper con el estilo esotérico de la filosofía moderna y una vez más proponer, exotéricamente, un sistema filosófico completo. Transgression and the Inexistent, publicado en inglés, establece las premisas para tal abandono del esoterismo, lo cual completaré en los próximos dos años.

La segunda manera en la que me incluyo a mí mismo por exclusión en el panorama contemporáneo y me excluyo por inclusión de éste tiene que ver con mi posición sobre dos pensadores detrás de «Revolución» filosófica más notable de las pasadas dos décadas (el «giro especulativo») : Badiou y Meillassoux.

Tanto como cualquiera, siento la influencia de las filosofías asociadas a estos dos nombres pero una vez más me encuentro contracorriente. Lo que los «realistas especulativos» y otros «nuevos realistas» han retenido de la contribución de Meillassoux es, ante todo, su «anti-correlacionismo» lo cual les permite volver «a las cosas en sí mismas». Esto es, producir «ontologías positivas». Para mí el anti-correlacionismo es una demostración brillante pero algo secundaria en comparación con la verdadera revolución de Meillassoux en la historia de la filosofía: la demostración de la necesidad de la contingencia. Y es precisamente sobre esta revolución que yo, a diferencia de los inquilinos de los «realismos ontológicos», baso mi propio esfuerzo, aunque a partir de esta «base» metafísica de la contingencia absoluta de todas las cosas, saco consecuencias completamente diferentes de las del propio Meillassoux.

Es, por supuesto, a Badiou y no a Meillassoux, a quien debemos el verdadero impulso «revolucionario» detrás del retorno «anti-correlacional» al «realismo ontológico». No solo permitió que todos los nombres emergentes del panorama contemporáneo volvieran a la «ingenuidad ontológica», a pesar de dos siglos de ontologías correlacionales (Hegel, Husserl, Deleuze) y especialmente de crítica ontológica (Kant, Nietzsche, Wittgenstein, Heidegger, et al.), sino que todas estas ontologías se derivan de Badiou. Esto es cierto para las teorías de conjuntos orientadas a la cosa de (Tristan) García, el correlacionismo orientado al objeto de (Graham) Harman, el «Por qué el mundo no existe» de (Markus) Gabriel (que es lo que las dos magnum opus de Badiou habían demostrado), el «nihilismo ontológico» de (Ray) Brassier, etcétera.

Aquí nuevamente, inclusión exclusiva y exclusión inclusiva. Al igual que con Meillassoux, retengo de Badiou lo que casi nadie más retiene, y rechazo absolutamente todo, ya sea «convencional» o «elitista», lo que otros parecen tragar sin hacer preguntas. En términos de la corriente principal, rechazo de inmediato todo lo que Badiou quiere «proponer» a la humanidad en términos de «destino» político y ético. Lo mismo va para sus opiniones sobre ética sexual y arte. El material «elitista» es, por supuesto, el resurgimiento ontológico, que ha generado tantos imitadores. Sin embargo, he demostrado que la equivalencia estricta hipotética entre ontología y matemáticas es simplemente falsa. Especialmente he demostrado que si las matemáticas no fueran ontología, entonces ninguna ontología sería posible. Esto no podría estar más lejos de las conclusiones de todos los «nuevos realismos».

Retengo de Badiou lo más importante, a lo que nadie ha prestado atención: su concepto de verdad, el concepto más sustancial que aparece en la filosofía desde Heidegger. Pero hago un uso completamente diferente, y por una buena razón: mi trabajo ha consistido durante mucho tiempo en una rigurosa deconstrucción de todas las grandes construcciones de Badiou. Sin embargo, esta deconstrucción no ha llevado a una destrucción pura y simple, obligándonos a caminar por siempre a través de un pantano de ruinas conceptuales (el gran eje Heidegger-Derrida). Más bien, ha conducido específicamente a una reconstrucción sistemática: a un nuevo sistema que no debe nada a la deconstrucción sobre la que se erigió.

Gracias al ímpetu de Badiou-Meillassoux, muchos filósofos en el panorama actual han reclamado el término «sistema» erróneamente, a mi parecer en la mayoría de los casos, si no en todos. Me parece que un sistema filosófico debe cumplir al menos con dos criterios: (1) todos sus elementos deben estar vinculados lógicamente y responder el uno por el otro con completa coherencia sin importar dónde comencemos nuestro estudio; (2) debe tener una perspectiva completamente nueva de toda experiencia antropológica, tecnocientífica, erótica, estética, ético-política, legislativa y transgresora. Ninguno de los hoy autoproclamados «sistemas» cumple con estos criterios, y es a partir de este punto muerto que mi trabajo busca emerger. Hasta ahora ha logrado emerger esotéricamente; pronto, espero, también surgirá exotéricamente.