La presente traducción fue realizada a partir de la transcripción de la ponencia, al parecer sin título, que el filósofo francés Ray Brassier presentó en el simposio sobre aceleracionismo, celebrado en 2010, por lo que el nombre aquí dado se basa en el contenido. Esto aconteció previo a la publicación de Fanged Noumena: Collected Writings 1987-2007, de Nick Land — de la cual Brassier fue co-editor junto con Robin Mackay — y The Persistence of the Negative, de Benjamin Noys, quien también participó en el encuentro.
Voy a hablar sobre el trabajo de Nick Land. Hablaré sobre ello filosóficamente y explicaré por qué: porque creo que es una clave para entender cuáles podrían ser sus ramificaciones políticas. Si se quiere comprender si una política aceleracionista es posible o factible, se necesita confrontar la inteligibilidad conceptual interna del programa aceleracionista.
Muchos de nosotros aquí hemos sido influenciados por el trabajo de Land de una manera u otra. Una vez tuve una conversación con él, que consistió en un desacuerdo, pues insistía en que yo siguiera traduciendo lo que él consideraba cuestiones pragmáticas, cuestiones a las que llamó de «práctica maquínica», en cuestiones conceptuales. Me acusó de conservadurismo filosófico, insistiendo en traducir lo que él tomaba por pragmático de vuelta a lo teórico. Pero quiero insistir en que esto es necesario, porque este «practicismo maquínico» en el que Land insistió conduce a una especie de impotencia práctica.
Por lo tanto, quiero insistir en que es necesario enfrentar los problemas conceptuales fundamentales antes de que realmente se pueda entender qué es lo que se está haciendo. Y en ese sentido, no comprendo toda la retórica sobre la necesidad de abandonar la representación. Creo que si se intenta ir más allá de la representación conceptual, se terminan engendrando contradicciones performativas, no solo teóricas. Las contradicciones a nivel de conceptos se manifiestan como una incapacidad al nivel de la práctica.
Es por eso que voy a operar de esta manera y voy a hacerlo esquematizando el trabajo o la agenda de Nick en términos de tres contrastes explícitamente dialécticos. Donde un pragmatismo maquínico insiste en la necesidad de resistir y obviar cualquier tipo de oposición o antagonismo dialéctico, pienso que es necesario hacerlo para poder identificar cuáles son sus fortalezas y debilidades. Los tres puntos en los que deseo enfocarme, o las tres díadas, son: crítica y materialismo, teleología y escatología, y practicismo y voluntarismo.
Robin Mackay y yo estamos editando un volumen de escritos de Land, llamado Fanged Noumena. Estos textos son bastante extraordinarios. Como dijo Mark, no importa cuánto detestemos su animosidad retórica, simplemente no es suficiente descartarlos como una especie de hipernietzscheanismo pueril e indulgente. Son mucho más sofisticados que eso, incluso si creo que están estancados por incoherencias, y por cualquier otra razón, estos son textos extraordinarios. Proporcionan un aleccionador contraste con la inanidad flácida del vitalismo bergsoniano contemporáneo. El filósofo francés Vincent Descombes describió una vez a El Anti-Edipo de Deleuze y Guattari y a la Economía Libidinal de Lyotard como manifestaciones de lo que llamó «hegelianismo negro». Un intento de encontrar la continuación de una especie de materialismo marxista que de alguna manera sería antihegeliano. En el mismo sentido, el trabajo de Land es un «deleuzianismo negro», un intento de convertir el ímpetu vitalista de Deleuze, el élan afirmativo que anima el corpus deleuzo-guattariano en algo mucho más ostensiblemente desagradable, pero también mucho más liberador conceptualmente.
Lo que es realmente interesante en estos textos es la forma en que hay una reelaboración extraordinaria de la negatividad, una especie de negatividad no conceptual, estos textos se erizan con este tipo de furia sublimada y eso es lo que los hace realmente poderosos. Porque quiero mostrar que es posible rehabilitar los poderes de lo negativo, contra lo que Benjamin Noys ha llamado el «consenso afirmativo» en la teoría contemporánea, este es un momento en el trabajo de Land que me interesa mucho, si bien lo intentaré para explicar por qué creo que no logra luchar contra lo negativo, evitando que se subordine a una especie de afirmacionismo.
En primer lugar, Land está operando bajo la tutela del trabajo de Deleuze y Guattari. Propone radicalizar la crítica para convertir el condicionamiento ideal de la representación de la materia en el condicionamiento material de la representación ideal. En el aparato landiano, la materialidad se interpreta únicamente como la producción de la producción. El materialismo trascendental en su versión landiana se convierte en una materialización de la crítica. La crítica de la crítica kantiana de la metafísica, de la que existen varias versiones, complementadas en varias configuraciones por la filosofía continental del siglo XX, se convierte en una metafísica materialista de la crítica al colapsar la jerarquía de lo trascendental y lo empírico. El primer movimiento, el movimiento realmente interesante, y de hecho, la clave para comprender el concepto deleuzo-guattariano de destratificación en el landianismo, es que lo primero que debe destratificarse es la diferencia empírica/trascendental. Esto se ha visto como la condición fundamental para la filosofía crítica. Pero ya no es una superación hegeliana o dialéctica de esta diferencia. No es dialéctica. Es una reducción de la diferencia de la materia porque Land afirma que el pensamiento es una función de la materialidad, y el pensamiento representativo, es decir, la categorización conceptual e incluso, en este sentido, la lógica de la dialéctica misma, es simplemente una versión circunscrita o depotenciada de una potencia funcional generada por la materia misma. La afirmación es que la materia en sí misma es sintética y productiva. La materia es un proceso primario y todo lo que se despliega a nivel de representación conceptual es meramente secundario y derivado. La síntesis es primaria y productiva, y toda síntesis es la conjunción de términos heterogéneos.
Lo que Land propuso retener de Kant fue el énfasis en la eficacia trascendental de la síntesis, la primacía de la síntesis trascendental, pero ya no como la síntesis de elementos empíricos, objetos de experiencia anclados en un sujeto constituyente. Es la potencia auto-sintetizadora de lo que él llamó materialidad intensiva. Este se convierte en el término clave. Es una brillante explicación de la operación lógica que Deleuze y Guattari llevan a cabo frente al kantianismo en El Anti-Edipo. La materia no es más que producción maquínica, auto-diferenciación. Y el binario fundamental que organiza esta metafísica materialista es la que existe entre la materialidad intensiva, la cual él identifica con el cuerpo sin órganos y la muerte, este momento de absoluta indiferencia como diferencia absoluta. Land es bastante explícito sobre la conexión a una cierta versión del schellingianismo aquí. Él explícitamente vincula a Deleuze y Guattari con Schelling.
Los binarios entre lo que él llama el cero intensivo como materia en sí misma y todo tipo de conceptual binario entre conceptos y objetos, o representación y representación: él afirma que al nivelar este dualismo fundamental, el dualismo de la forma trascendental y el contenido empírico, se obtiene este monismo materialista donde se explica cómo la materia misma genera su propia representación. Genera su propia representación y, por esta razón, la representación misma queda relegada al estado de una ilusión trascendental. Es una mala interpretación de los procesos primarios; está al nivel de procesos meramente secundarios.
Pero esta crítica materialista a la crítica trascendental, sostengo, reproduce el problema crítico de la conexión entre pensamiento y realidad. ¿Por qué? Porque entonces el problema se convierte en: ¿Cómo se puede eludir simplemente la representación y hablar sobre la materia misma como proceso primario, sobre la realidad en sí misma? Este proceso, que obviamente es el problema que subyace en la crítica kantiana en primer lugar, resurge en forma exacerbada en esta subversión materialista del kantianismo. Pero el problema es particularmente grave y es aquí donde la eliminación landiana del componente bergsoniano en el pensamiento de Deleuze se vuelve incómoda y genera una dificultad para él. ¿Por qué?
En muchos aspectos, se puede alinear la crítica deleuziana de la representación con la crítica bergsoniana de la representación. Mucho de lo que Deleuze dice sobre las categorías de representación, sobre la representación como el marco mediador que segmenta y divide el mundo, y el flujo de duración en objetos discretamente individualizados es problemático… La afirmación es que tiene se una capa de experiencia sub-representativa a la que es posible acceder a través de la intuición. La crítica bergsoniana de la metafísica y la destitución de la representación intuye las diferencias reales en el ser. Se puede intuir la naturaleza real de la materia, el tiempo; la duración en el registro bergsoniano.
Aquí hay un problema para el landianismo porque él no puede hacer esto. Ha suplantado la representación, pero quiere suplantar este tipo de fenomenología vitalista bergsoniana por un tanatropismo inconsciente. El punto es: ¿cómo se accede al inconsciente maquínico? No se es dado simplemente. Land insiste una y otra vez: nada es dado nunca, todo se produce. El problema es que para la liquidación materialista de la representación de Land — porque no quiere reafirmar, supuestamente, la primacía de la experiencia sub-representacional que Bergson y la fenomenología hacen de varias maneras — tiene que explicar de qué está hablando. Está haciendo una especie de metafísica materialista y hay un problema acerca de qué tipo de tracción puede ganar este aparato conceptual extraordinariamente sofisticado sobre el proceso de producción primaria, la diferencia real como intensiva, la materia en sí misma, o se como quiera llamarle.
Esta es una dificultad filosófica inicial, que interesantemente el propio Land en una conversación intentó desestimar diciendo: «bueno, tienes que entender que pensar en sí mismo ya no se trata de congruencia representativa entre conceptos y objetos, ideas y cosas, sino que es en sí un proceso productivo». La discusión sobre el mapeo maquínico contra el trazado representativo en la meseta inicial de Mil mesetas, Deleuze y Guattari afirman que el esquizoanálisis, o la rizomática, o como quieran llamarlo, es en sí mismo una praxis, un acto. Hay un ciclo de retroalimentación positiva entre sobre lo que se está pensando y el pensamiento. Entonces para que la práctica conceptual ya no rastree estructuras inteligibles a partir de una realidad preexistente y prefabricada, en realidad está rastreando movimientos y tendencias en los procesos materiales. Se vuelve auto-legitimador en este sentido. La pregunta se convierte en una de intensificación. Ya no es una cuestión epistemológica de la legitimidad o la validez del pensamiento frente a una realidad supuestamente independiente, es simplemente una cuestión de cómo ls práctica esquizoanalítica acentúa o intensifica la producción primaria o, por el contrario, la demora e inhibe. La verdad o la falsedad se vuelve una subordinada de la díada intensificación/desintensificación. Este es el tropo conceptual que se traduce en un registro político. Al nivel de lo que se está haciendo como materialista maquínico, intensificando la producción primaria; todas las prácticas se rigen por el imperativo de intensificar y acelerar. Para demoler sin piedad cualquier obstáculo que amenace con retrasar o inhibir esto.
Creo que hay un problema aquí, y el problema es: el concepto de intensidad se vuelve fatalmente equivoco en este registro. Existe una equivocación entre el discurso kantiano de intensidades en el nivel de las apariencias y el discurso bergsoniano de la diferencia intensiva como diferencia cualitativa de la experiencia de duración. Cuando Bergson está hablando de intensidad, se refiere a una diferencia de calidad que nunca puede mapear a magnitud o extensión. Pero esta experiencia de intensidad tiene un correlato fenomenológico.
Por lo tanto, el vitalismo se trata de tener experiencias intensas. Pero el landianismo no puede valerse de este registro de intensificación, porque él no está interesado en la subjetividad fenomenológica y no le interesan las experiencias en la medida en que son experiencias de un sujeto en el registro deleuzo-guattariano: un organismo, con una cara y una identidad personal, etcétera. Estas son todas las cosas que se supone que requieren destratificación.
La afirmación de que se puede prescindir de la necesidad de cualquier legitimación epistemológica para una metafísica propia simplemente diciendo que no se trata de la verdad o la falsedad, se trata solo de la intensificación del proceso primario, es incoherente, porque la materia misma como producción primaria, o muerte, es no traducible a ningún registro de experiencia afectiva o intensidad afectiva. Es por eso que este movimiento me parece poco convincente, la afirmación de que se puede seguir intensificando e intensificando. Aquí surge el segundo problema: una especie de imperativo para afirmar resurge, porque la afirmación es que, al mapear el proceso de movimientos de desterritorialización y reterritorialización parcial, se está mapeando la actividad misma, porque está anidada en los estratos, ocupa una posición inmanente frente a estos procesos materiales; ya no se tiene la exterioridad trascendente entre la teoría y el mundo. La teoría misma está implicada en la realidad que se describe. Entonces las cosas se vuelven poco claras.
Hay una sustitución, de una escatología materialista sublimada, para todas las formas de teleología racionalista. ¿Por qué seguir intensificándose? Porque siempre hay un excedente de estratificación. No sería necesario desterritorializar y desestratificar a menos que siempre haya un complemento de reterritorialización y reestratificación. Sólo se necesita desterritorializar porque hay estratos. ¿Por qué hay estratificación en primer lugar? Porque hay un dualismo organizador. La afirmación es que, aunque lo real en sí mismo está absolutamente desterritorializado, el grado cero de intensidad absoluta, siempre está diferenciado y estratificado, sedimentado de varias formas complejas. Una vez que el pensamiento mismo se subordina al imperativo de intensificarse y destratificarse, está claro que debe haber un punto limitrófico de desterritorialización absoluta hacia el cual tiende el proceso de afirmación o aceleración.
Si se está acelerando, existen limitaciones materiales sobre la capacidad de acelerar, pero también debe haber un límite de velocidad trascendental en algún punto. El límite último no es un límite para él en absoluto, es la muerte o la esquizofrenia cósmica. Ese es el último horizonte. Land respalda descaradamente esta notable tesis de El Anti-Edipo, pero le quita todos sus paliativos, sobre cómo esto podría generar nuevas formas de existencia creativa, etcétera. Para él es simplemente: «al final del proceso está la muerte».
El título de uno de los trabajos de Nick se llama «Making It With Death», un título brillante. Porque la muerte es inherentemente productiva, es el motor, el modo de antiproducción que genera toda la producción, la producción de la producción. Esto no es simplemente el «Más allá del principio del placer» de Freud, donde la vida misma y todas las diferencias vitales son desviaciones unilaterales de la muerte intensiva. La afirmación es que puede tener un momento de convergencia con intensidad absoluta o desterritorialización absoluta. ¿Qué es esto, quién sería el portador, qué vehículo continuaría existiendo para ser el portador de esta aceleración tanatrópica? No la especie humana, ciertamente. La afirmación es que toda la historia terrestre es una historia de intensificación, de organización social humana y los desarrollos de la sociedad capitalista tecnológica avanzada son sólo un momento o una fase del proceso. La continuación o intensificación del proceso demanda la eliminación de la humanidad como sustrato para el proceso. La pregunta es entonces, ¿bajo qué condiciones?
Aquí creo que surge una contradicción fundamental, una incoherencia conceptual: ¿cómo puede intensificarse cuando ya no queda nada por intensificar? Si la práctica esquizoanalítica se ve impulsada por la necesidad de siempre intensificar y desterritorializar, llega un punto en el que no queda ninguna agencia: tú mismo has sido disuelto de nuevo en el proceso. Una vez que la producción secundaria se ha reintegrado o alimenta de nuevo a la producción primaria, irónicamente lo que se tiene es una mimesis extraña de la serpiente del conocimiento absoluto, excepto que esta vez es la serpiente de la producción absoluta.
El punto es que los sujetos humanos individualmente organizados no pueden posicionarse a sí mismos frente a este circuito o este proceso. Está sucediendo sin uno de cualquier modo. No te necesita. El concepto mismo de agencia es despojado. Hay una cita de Land: «está sucediendo de todos modos y no hay nada que puedas hacer al respecto». Algo está funcionando a través de ti, no hay nada que puedas hacer al respecto, por lo que bien podrías fusionarte. Este es un problema filosófico. Es una retención de esta romántica, schopenhaueriana idea de fusión entre lo personal y lo impersonal, el sujeto individualizado y la esquizofrenia cósmica, el proceso primario impersonal. Pero para Schopenhauer todavía tiene sentido postular eso. El momento en el cual la voluntad se vuelve contra sí misma gobierna toda la filosofía ética y práctica de Schopenhauer.
Para Land, ya no hay ningún tipo de eje para el punto de reversión, la conversión del proceso secundario al primario, porque ya no quedan portadores individualizados. Esta convergencia no se despliega al nivel de la experiencia. En ese sentido, todo el vocabulario de intensificación y desintensificación se vuelve redundante. La paradoja es esta simplemente: ¿Cómo se podría afirmar lo que incapacita toda afirmación?
Este es un problema conceptual con interesantes consecuencias prácticas y políticas. Tiene una valencia política, porque creo que explica la trayectoria política de Nick desde una especie de anarquismo radical de ultraizquierda. Desde un punto en que, en un artículo titulado “Kant, Capital and the Prohibition of Incest: a polemical introduction to the configuration of philosophy and modernity”, dice que «el aparato de Estado de una sociedad industrial avanzada ciertamente no puede ser derrotado sin una voluntad de intensificar el ciclo de violencia sin límites». Curiosamente, en este artículo, son las guerrilleras feministas lesbianas radicales los únicos sujetos revolucionarios. Se mueve desde este momento, a donde está perfectamente dispuesto a apoyar o afirmar radicales, donde su crítica a la izquierda marxista es que no es lo suficientemente radical, revolucionaria o crítica, y luego cinco o seis años después parece darse cuenta de que no hay portador de intensificación revolucionaria de izquierda. Por lo tanto, la política debe ser desplazada, debe ser delegada, y todo lo que se puede hacer es apoyar o afirmar procesos impersonales que al menos alberguen la promesa de generar o marcar el inicio de la siguiente fase de desterritorialización.
¿Qué significa esto? Significa afirmar el mercado libre, la desregulación, la profanación capitalista de las formas tradicionales de organización social, etcétera. ¿Por qué? No porque piense que está promoviendo la democracia individual y la libertad. Él tiene que instrumentalizar el neoliberalismo en nombre de algo supuestamente mucho más oscuro y potencialmente más corrosivo, pero en el proceso parece que se termina… si el enemigo de tu enemigo es tu amigo, llega un punto peligroso en el que olvidas las condiciones bajo las cuales hiciste esta alianza estratégica, porque ya no puedes ver, ya no puedes identificar cuál es el objetivo. Terminas respaldando y abrazando un tipo de política o ideología neoliberal, y la pretensión de distancia instrumental, de que esto podría ser solo la astucia de la razón esquizofrénica, rápidamente se evapora porque ya no es posible disociar la praxis de fines identificables.
En otras palabras, una vez que se disocia la táctica y la estrategia la famosa distinción entre tácticas y estrategias — donde la estrategia es teleológica, trascendente y representativa y la táctica es inmanente y maquínica — si no tienes una estrategia, alguien con una estrategia pronto se apoderará de tus tácticas. Alguien que sepa lo que quiere, se dará cuenta y comenzará a usarte.Te conviertes en el peón de otro tipo de fuerza impersonal, pero ya no es el glamoroso tipo de fuerza impersonal y seductora con la que esperabas hacer un pacto, es un tipo de capitalismo libertario mucho más cínico.