“¿Así que de verdad crees que en el futuro vamos a tener la clase de problemas sobre los que escribes en tus libros?”, me preguntó un estudiante mientras yo firmaba libros después de una charla. El joven se refería a los problemas que yo había descrito en Parable of the Sower y Parable of the Talents, novelas que toman lugar en un futuro cercano de creciente drogadicción y analfabetismo, marcado por la popularidad de las prisiones y la impopularidad de las escuelas públicas, la grande y creciente brecha entre ricos y todos los demás, y el todo el asqueroso conjunto de problemas provocados por el calentamiento global.
“Yo no fabriqué los problemas”, señalé. “Todo lo que hice fue mirar alrededor de los que estamos descuidando ahora y darles 30 años para convertirse en desastres plenamente desarrollados.”
“Okay”, el joven me retó. “¿Entonces cuál es la respuesta?”
“No hay una”, le dije.
“¿No hay respuesta? ¿Quieres decir que simplemente estamos condenados?” Sonrió como si pensara que esta podría ser una broma.
“No”, respondí. “Quiero decir que no hay una única respuesta que resolverá todos nuestros futuros problemas. No hay una solución mágica. En cambio existen, al menos, miles de respuestas. Tú puedes ser una de ellas si decides serlo.”
Varios días después recibí por correo una copia del artículo del joven publicado en el periódico de su universidad. Menciona mi charla, menciona algunos de mis libros y los problemas futuros que tratan. Después cita su propia pregunta: “¿Cuál es la respuesta?”. El artículo termina con las primeras tres palabras de mi replica, erróneamente dejando solo: “No hay una”.
Es tristemente fácil revertir el significado, de hecho para contar una mentira, ofreciendo una adecuada pero incompleta cita. En este caso fue frustrante porque la única cosa que que yo y mis personajes principales nunca hacemos cuando contemplamos el futuro es perder la esperanza. En realidad, el mero acto de tratar de ver hacia adelante para discernir posibilidades y ofrecer advertencias es en sí mismo un acto de esperanza.
Aprender del pasado
Claro, escribir novelas sobre el futuro no me da ninguna habilidad especial para predecirlo. Pero me incentiva para usar nuestros comportamientos pasados y presentes como guías para la clase de mundo que parece que estamos creando. El pasado, por ejemplo, esta lleno de ciclos repetitivos de fuerza y debilidad, sabiduría y estupidez, imperio y cenizas. Estudiar historia es estudiar a la humanidad. Y tratar de predecir el futuro sin estudiar historia es como tratar de aprender a leer sin molestarse por aprender el alfabeto.
Cuando me estaba preparando para escribir Parable of Talents, necesitaba pensar sobre cómo un país podría caer en el fascismo – algo que America hace en Talents. Así que releí El ascenso y caída del Tercer Reich y otros libros sobre la Alemania Nazi. No estaba tan interesada en la Segunda Guerra Mundial sino en la historia previa a la guerra, en cómo Alemania cambió a medida que sufría problemas sociales y económicos, como Hitler y otros golpearon y sedujeron, como los alemanes respondieron al apaleamiento y la seducción, a su propia historia y a como Hitler la usó para manipularlos. Quería entender las mentiras que las personas tienen que contarse a sí mismas cuando están silenciosa o alegremente viendo a sus vecinos ser sustraídos de sus hogares, desaparecidos, asesinados. Diferentes versiones de este horror han sucedido una y otra vez en la historia. Siguen sucediendo en lugares como Ruanda, Bosnia, Kosovo o el Timor Oriental, donde quiera que un grupo de personas les permite a sus líderes de convencerlos de que para su propia protección, la seguridad de sus familias y la seguridad de su país, deben atrapar a sus enemigos: esos otros extraños que hasta ahora eran sus vecinos.
Es bastante fácil detectar este horror cuando pasa en otro lugar del mundo, en otro lugar en el tiempo. Pero si queremos encontrarlo aquí en casa, detectarlo antes de que pueda crecer y sea peor, debemos prestar mayor atención a la historia. Esto me alcanzó hace algún tiempo, cuando vivía cruzando la calle frente a una niña de 15 años cuyo abuelo me pidió ayudarla con su tarea. La niña estaba hacienda un reporte sobre un hombre que había tenido que huir de Europa durante la década de 1930 debido a algunas personas llamadas – ella dudo y luego pronunció una palabra que era claramente poco familiar para ella – “¿los Nayzees?”. Me tomó un momento darme cuenta de que se refería a los Nazis y que ella no sabía absolutamente nada sobre ellos. Nos olvidamos de la historia a nuestro propio riesgo.
Respeta la Ley de las Consecuencias
Hace poco me quejé con mi doctor de que la medicina que me prescribió tenía un efecto secundario bastante molesto.
“Puedo darte algo que lo contrarreste”, dijo mi doctor.
“¿Una medicina que contrarreste los efectos de otra medicina?”, pregunté.
Asintió con la cabeza. “Será más cómodo para ti.”
Comencé a retroceder. Odio tomar medicinas. “El problema no es tan malo.”, dije. “Puedo lidiar con ello.”
“No tienes de que preocuparte,” dijo mi doctor. “Esta segunda medicación funciona y no hay efectos secundarios.”
Eso me detuvo. Me hizo absolutamente segura de que no quería la segunda medicina. Me di cuenta de que no creo que haya medicación alguna que no tenga efectos secundarios. No creo que podamos hacer cualquier cosa sin efectos secundarios – también conocidos como consecuencias involuntarias. Esas consecuencias pueden ser benéficas o dañinas. Tal vez sean demasiado leves para importar o tal vez valgan el riesgo porque los potenciales beneficios son geniales, pero las consecuencias siempre están ahí. En Parable of the Sower, mi personaje lo pone de esta manera:
Todo lo que tocas / Lo cambias
Todo lo que Cambias / Te cambia
La única verdad duradera / Es el Cambio
Dios / Es Cambio
Se consciente de tu perspectiva
¿Cuántas combinaciones de consecuencias no deseadas y reacciones humanas se necesitan para desviarnos a un futuro que parece desafiar cualquier tendencia obvia? No muchas. Es por eso que predecir el futuro adecuadamente es tan difícil. Algunas de las predicciones más erróneas que he visto son las del tipo lineal, esa es de las que ignora las consecuencias imprevistas, ignora nuestras reacciones a menudo menos lógicas a ellas, y dice simplemente, “en el futuro, vamos a tener más y más de lo que sea que retiene nuestra atención ahora mismo”. Si estamos en un periodo de prosperidad, entonces en el futuro, prosperidad será. Si estamos en un periodo de recesión, estamos condenados a desastres aún mayores. Por supuesto, predecir un estado imposible de prosperidad permanente bien puede ser un acto de miedo y de esperanza supersticiosa en lugar de un acto poco imaginativo, de un pensamiento lineal. Y predecir la fatalidad en tiempos difíciles puede tener más que ver con la tristeza y la depresión del momento que con una idea real de las posibilidades futuras. La superstición, la depresión y el miedo juegan un papel importante en nuestros esfuerzos de predicción.
También es cierto que nuestra posición determina lo que podemos ver. Donde estaba cuando comencé a prestar atención al viaje espacial ciertamente influyó en lo que vi. Seguí la carrera espacial de fines de la década de 1950 y 1960 no porque fuera una carrera, sino porque nos estaba alejando de la Tierra, alejando de casa, alejando para investigar los misterios del universo y, pensé, que para encontrar nuevos hogares para la humanidad ahí afuera. Esto me atrajo, al menos en parte, porque estaba en la adolescencia y comenzaba a pensar en dejar la casa de mi madre e investigar los misterios de mi propia adultez.
El Apolo 11 llegó a la Luna en julio de 1969. Para entonces ya me había ido de casa y creía que estaba viendo a la humanidad dejar la suya también. Supuse que estableceríamos colonias lunares y eventualmente enviaríamos gente a Marte. Probablemente haremos esas cosas algún día, pero nunca imaginé que tomaría tanto tiempo. Moraleja: las ilusiones no son más útiles para predecir el futuro que el miedo, la superstición o la depresión.
Contar con las sorpresas
Estaba hablando con un grupo de estudiantes universitarios no hace mucho y les mencioné el temor que alguna vez tuvimos de una guerra nuclear con la Unión Soviética. Los chicos con los que estaba hablando nacieron alrededor de 1980, y uno de ellas dijo que nunca se había preocupado por la guerra nuclear. Nunca había creído que tal cosa pudiera suceder, pensó que la idea en su totalidad no tenía sentido.
No podía imaginar que durante los días de la Guerra Fría de los años sesenta, setenta y ochenta, nadie se hubiera atrevido a predecir una resolución pacífica en los noventa. Recordé los simulacros de ataques aéreos cuando estaba en la escuela primaria, cómo nos arrodillábamos cabeza abajo contra las paredes del corredor con nuestras manos descubiertas supuestamente protegiendo nuestros cuellos descubiertos, esperando que si alguna vez ocurriera la guerra nuclear, Los Ángeles se salvaría. Pero la amenaza de una guerra nuclear se ha ido, al menos por el momento, porque para nuestra sorpresa nuestro principal rival, la Unión Soviética, se disolvió. No importa cuánto intentemos prever el futuro, siempre hay sorpresas. La única predicción segura es que siempre la habrá.
Entonces, ¿por qué tratar de predecir el futuro si es tan difícil, tan casi imposible? Porque hacer predicciones es una forma de advertir cuando nos vemos a nosotros mismos ir a la deriva en direcciones peligrosas. Porque la predicción es una forma útil de señalar caminos más seguros y sensatos. Porque, sobre todo, nuestro mañana es el hijo de nuestro hoy. A través del pensamiento y la acción, ejercemos una gran influencia sobre este niño, a pesar de que no podemos controlarlo absolutamente. Sin embargo, el mejor pensar sobre él. Lo mejor es tratar de darle forma a algo bueno. Lo mejor es hacer eso por cualquier niño.